El legado de Arenas

El puente del Tercer Milenio es hoy todo un icono de la ingenieria mundial por el que se pagaron 48 millones de euros y costó levantar 35 meses, el doble de los que se preveía.

El ingeniero oscense Juan José Arenas (fallecido el pasado mes de noviembre) regaló a Zaragoza su última joya. Los que le conocieron bien aseguran que era «su favorita» además de la última de su brillante trayectoria profesional. Con motivo de la Expo del 2008 y con la dificultad de competir por proximidad y belleza con el Pabellón Puente de Zaha Hadid, el puente del Tercer Milenio es hoy su principal legado en la capital aragonesa, que aúna todo lo que se le podía pedir a su obra: utilidad, singularidad y reconocimiento mundial. Hoy sigue teniendo el récord, con 210 metros de luz, en su categoría, de hormigón de alta resistencia con arco atirantado y una esbeltez única en los cinco continentes.

Los expertos han elogiado esta infraestructura que supuso el broche perfecto al tercer cinturón de Zaragoza. Y lo que nadie prometió en su día es que ayudaría a descongestionar otros puentes vecinos. El de La Almozara y el de Santiago, que ahora registran hasta un 37% menos de vehículos. Más de 30.000 ha sacado de ellos y transitan ya por sus seis carriles a los que se añadió un pasillo peatonal acristalado y un carril bici para conectar dos de los distritos más populosos de la margen derecha del Ebro, La Amozara y Delicias, con el del Actur, en la izquierda. Este último, hace una década, se había expandido en 20 años hacia el meandro de Ranillas mucho más rápido que lo que tardó la Administración en darse cuenta de esta evidente necesidad.

CIFRAS MAREANTES

De nuevo las margenes unidas por un puente que, además, no era cualquier puente. Todas sus cifras son llamativas: 35.000 toneladas de peso, 20.500 de fuerza máxima de empuje y 12.000 en su apertura en clave para que asentara un macroarco atirantado por 60 cables de acero que alcanzaba los 36 metros de altura. Otros 210 de luz, pero 270 en total, que le dieron un récord mundial que, 10 años después, nadie ha batido.

También son mareantes sus cifras del coste, que no fue exactamente el que se estimó a la hora de adjudicárselo a Dragados. Se firmó para hacerlo en 18 meses y por 22.868.479,49 euros, pero la realidad fue otra: acabó costando 48.023.924,25 y tardó en levantarlo 35 meses. Todas las previsiones se duplicaron y, oficialmente, se dio por terminado en julio del 2008, aunque entró en servicio días antes la Expo para que, durante la muestra, lo usara solo la organización. Se abriría al tráfico rodado en septiembre.

El de Arenas era un alarde de la ingeniería moderna, «algo excepcional en muchos sentidos», en su diseño y construcción. «Lo que se hizo con este puente era una barbaridad, fueron muchas cosas que no eran habituales entonces en la construcción de este tipo de infraestructuras, y todas a la vez», asegura Héctor Beade, uno de los responsables de Arenas & Asociados en la obra.

70.000 EUROS AL AÑO

«Fue un aprendizaje para todos los que participamos. Era un reto que, a base de ilusión, salió adelante, pero que entonces nos superaba. No estábamos preparados para algo así. Hoy es una experiencia magnífica e inolvidable para todos, pero viéndolo con la perspectiva de diez años no éramos conscientes de la magnitud del desafío», añade el ingeniero. Ahora él diseña puentes en Inglaterra. «Cuando uno ha vivido que algo así se puede hacer, lo único negativo es que ahora no te conformas con cualquier reto, quieres desafíos ambiciosos», explica.

«Da pena comprobar luego que por falta de mantenimiento o por el vandalismo este puente no luzca lo suficiente», apunta Beade, quien recuerda lo excepcional del último legado de Arenas. «Se habían hecho puentes con hormigón de alta resistencia, otros con material autocompactante y otros con poco espesor para que fuera esbelto, pero nunca con las tres cosas a la vez», relata. Eso obligó a la constructora «a desarrollar habilidades a las que nunca antes se había enfrentado», respetando al milímetro las geometrías del autor. También a la consultora Sers, así como los más de 250 trabajadores que de forma simultánea llegaron a estar trabajando en esta obra.

Esta es una joya de récord mundial y premiada en el 2010 que hoy sobrevive al paso del tiempo, con un mantenimiento que asumió el ayuntamiento tres años más tarde de su estreno, en el 2011, y al vandalismo. Las pedradas han obligado a sustituir ya «una docena de sus paneles acristalados», según explican desde el servicio municipal de Conservación de Puentes. Solo esto se come cada año «gran parte de los 40.000 euros» del presupuesto que tienen para mantenerlo.

Hoy adornan sus barandillas candados de enamorados –hay una veintena– que, en algunos casos, les ha dado por pintar dedicatorias amorosas, y en otros, por dejar constancia de su ruptura. Y en los estribos, ostentosas pintadas que afean el hormigón blanco. El propio Arenas, en una entrevista a EL PERIÓDICO, aseguraba en el 2008 que le «dolería en el alma que los grafiteros pintaran algún día» en él. No decía nada de que luego estos mensajes fueran tapados con pintura blanca, una «pena», en opinión de quienes lo construyeron.

Estos dejaron un manual de mantenimiento exigente. Pero no incluía soluciones como las que el ayuntamiento ha tomado para evitar, aguas arriba, las colisiones de las aves, que no suelen ver la cristalera. Un adhesivo como puntos de color que «ya cubre el 15% de la superficie» y que irá aumentando en próximos años.

También tuvieron que colocar un cartel prohibiendo escalar las patas del puente, avisando de la videovigilancia con la que se puede multar a quien lo intente. Los únicos que pueden subir son los coches que ya han rodado numerosos anuncios publicitarios. Y se han hecho otros trabajos, en juntas de dilatación o colocación de escollera en la margen derecha. Pero los vecinos se quejan de la escasa atención que se presta a la limpieza y otros de la vegetación que se está dejando trepar libremente. Pero el dinero para mimar a este gigante da para limpiarlo «una vez a la semana». Es lo que tienen algunas joyas, que cuesta adquirirlas y luego no siempre lucen como el primer día.

Fuente: El Periódico de Aragón