Intervenciones artísticas Expo. Una inversión irrepetible

Zaragoza 6/08/2017

Al margen del valor artístico de las intervenciones que adornan las riberas del Ebro en Zaragoza, su adquisición puede ser considerada como un ejemplo de inversión o, como mínimo, un fenómeno irrepetible. Al menos en los tiempos que corren hoy en la política. Quienes estuvieron en el germen de su adquisición así lo destacan, ya que consiguió aunar consenso político en la elección de las obras; ahorro de costes para las arcas municipales, que no se gastó ni un euro en conseguirlas, pese a que el coste global superó los 9 millones de euros; y eficiencia en la gestión, ya que se logró seleccionar a los autores, escoger emplazamientos, presentar diseños e instalarlos junto al río en poco más de un año, récord para la habitual burocracia de la Administración. Ahora sería una quimera proponérselo.

Francisco Pellicer fue quien, en una reunión del comité de dirección de Expoagua (él era adjunto a la dirección general de Operaciones y Contenidos de la sociedad) trasladó, al presentarse el proyecto del recinto Expo y las inversiones que «a la muestra le faltaban intervenciones artísticas». «La respuesta de Roque Gistau (presidente de la sociedad) fue que el presupuesto estaba ya cerrado, que habría que buscar otra fuente de financiación», relata. Así que a toda velocidad se presentó una propuesta para optar ese año al 1% que el Ministerio de Cultura esos años «solo daba a restauraciones y a castillos».

INVITADOS O POR CONCURSO

La clave para conseguirlo fue organizar un concurso internacional para que todos los artistas del mundo pudieran ofrecer sus obras a Zaragoza. Eso convenció a Madrid, que le adjudicó la ayuda de ese año y, con ella, 5 millones de euros. Conseguido el 58% de lo necesario, se pensó que quizá instalarlas a lo largo de la ribera del Ebro, convencería al Ministerio de Medio Ambiente y al de Fomento, que acabaron aportando el 17% y el 25%, respectivamente. Eran 1,54 millones del primero y 2,34 del segundo. Hoy también sería una quimera.

Así que había que configurar un jurado de prestigio, que nadie dudara de su veredicto. Y se escogió a un elenco formado por Vicente Todolí, director del Tate Modern londinense; Lorette Cohen, directora del Jardín Urbano de Lausana; María del Corral, exdirectora del museo Reina Sofía; y Teresa Velázquez, directora de Contenidos de El Matadero madrileño. Junto a ellos una representación política que fue capaz de superar las siglas y pensar en Zaragoza.

Juntos decidieron invitar a diez autores internacionales para que ofrecieran sus diseños a Zaragoza. Así es como aterrizaron Alma del Ebro, de Jaume Plensa; Appearing Rooms, de Jeppe Hein; Manierismo Rococó, de Dan Graham, Intercambio, de Eulalia Valldosera; Acqua Quo Vadis, de Antoni Muntadas; Válvula con Alberca, de Miquel Navarro; Water Under the Bridge, de Claus Bury; Wild reactive, de Richard Deacon, y Pantallas Espectrales, de Fernando Sinaga.

Este último fue uno de los cinco aragoneses que participaron, el único que fue invitado. Los otros cuatro se lo ganaron en un concurso internacional que resultó todo un éxito, al recibir hasta 130 propuestas llegadas de muchos países.

Excelente acogida para una colección que en solo un año ya estaba junto al Ebro. Y, además, en el lugar que sus autores eligieron para sus obras. Y es que el arte de la Expo fue lograr que la excepción fuera la norma.

Fuente: El periódico de Aragón