J.A Belloch: "Hay que sacar partido al legado de la Expo"

Zaragoza, 04 de Dicembre de 2014

En el Debate sobre el estado de la ciudad que ha tenido lugar en el Ayuntamiento de Zaragoza, el Alcalde de Zaragoza Juan Alberto Belloch, ha hablado de una manera extensa sobre le Expo, sus consecuencias en la ciudad y el aprovechamiento del Legado.

Ningún medio de comunicación ha recogido el discurso literal del actual alcalde de Zaragoza al respecto. En las siguientes líneas te ofrecemos un extracto literal de lo dicho en relación a la Expo de Zaragoza:

DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA CIUDAD 2014

Zaragoza, 4 de diciembre de 2014

Intervención del alcalde de Zaragoza

¿Está Zaragoza en noviembre de 2014, mejor que en junio de 2003? Voy a ser completamente sincero: Zaragoza está mejor, notablemente mejor; pero los zaragozanos, no tanto.

Todos sabemos (se reconozca o no -da igual-) que la ciudad se ha beneficiado en este periodo de casi 12 años de una intensa transformación urbana, de una fuerte inversión pública y privada, y de la construcción y mejora de numerosas infraestructuras y equipamientos a un ritmo no visto nunca.

Esto fue particularmente importante -históricamente importante, me atrevería decir, en el trienio previo a la Expo de 2008, pero también ha sido notable en los años posteriores, con la construcción y puesta en marcha de algunas infraestructuras verdaderamente transformadoras de la vida en la ciudad, entre las que destaca con fuerza propia la primera línea del tranvía.

Tan cierto es lo anterior como lo es que la percepción de los ciudadanos, y en los últimos años, es muy distinta, muy negativa, muy pesimista, muy crítica.

¿Qué ha pasado? ¿Era una estrategia equivocada la de 2003?

Creo que no. Era la gran oportunidad que Zaragoza tenía -y que se ganó a pulso, porque no fue ninguna lotería. Al contrario, se debió al impulso, a la voluntad y a la creatividad de nuestra ciudadanía y sirvió para dar un salto adelante y para superar el retraso en su proceso de modernización urbana.

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La realidad nos ha demostrado -es verdad- que las grandes infraestructuras, los equipamientos y la propia modernización  no son suficientes para modificar el destino económico de la ciudad, de cualquier ciudad.

El eje principal de nuestras actuaciones has sido la recuperación del Ebro y sus riberas, su regeneracion como un nuevo escenario urbano de calidad. Este objetivo estaba implícito en el ADN de las aspiraciones más íntimas de la ciudad.

Tenerlo claro ha hecho posible que el vertiginoso proceso de inversiones y construcción de nuevas infraestructuras (que se puso en marcha tras la elección de Zaragoza por el BIE como sede de la Exposición Internacional de 2008) tuviera siempre el ancla de una vinculación estrechísima con un interés urbano anterior y más profundo, reflexionado, concreto y documentado, puesto que existían ya desde hacía tiempo abundantes estudios y anteproyectos: hacer del Ebro la calle principal de la ciudad y convertir el frente fluvial -los frentes fluviales, ya que Zaragoza cuenta con tres ríos y el Canal Imperial- en espacios de calidad para el esparcimiento.

Supimos todos, en suma, aprovechar el impulso de la Expo 2008. El paso del tiempo no hará otra cosas que confirmar ese juicio.

No pretendo decir que todas las actuaciones realizadas durante estos años hayan sido acertadas. Al contrario, algunas son legítimamente discutibles. Lo que digo es que hay un legado para la ciudad que habría tardado décadas en alcanzarse o, en muchos casos, no habría podido conseguirse nunca sin la Expo.

Un legado que consiste en cosas muy prácticas para la vida ciudadana: parques, puentes, equipamientos cívicos, deportivos y culturales; avenidas, circunvalaciones, carriles-bici; un nuevo aeropuerto, la terminal ferroviaria, el tren de cercanías… Todo lo que da de sí una inversión de 2.500 millones de euros (un 70% del Gobierno de España; un 15% del Gobierno de Aragón y un 15% del Ayuntamiento de Zaragoza) que facilitaron, a su vez, que las inversiones privadas sumaran una cantidad en torno a los 9.000 millones de euros.

Un legado que, para ser honestos, debemos también reconocer a quienes entonces, desde el Gobierno Central y desde la comunidad Autónoma, lo hicieron posible gracias a su actitud positiva y colaboradora de sumar en lugar de restar, de remar en la misma dirección en lugar de poner palos en la rueda: Mª Teresa Fernández de la Vega desde el Gobierno de España y Marcelino Iglesias desde el Gobierno de Aragón.

Hoy ya no hay nadie de buena fe que no se dé cuenta de la excepcionalidad de ese volumen de inversión para una sola ciudad de tamaño medio y en tan corto plazo de tiempo.

Me parece evidente que lejos de ser una carga, una pesada herencia como algunos llegan a sostener, para Zaragoza fue una verdadera bendición haber sido escenario de semejante proceso de inversión. Entre otras cosas porque es lo que hoy nos permite concentrarnos en el cuidado del tejido social sin dejar de tener por ello unas infraestructuras urbanas modernas y de primera calidad.

Unas infraestructuras que ni las podríamos hacer ahora, ni habrá oportunidad de hacerlas en los años venideros. Ese tren pasó y todo indica que tardará bastantes años en volver. Por fortuna para Zaragoza, tenemos una buena base para que, conforme se vaya recobrando una cierta normalidad presupuestaria y económica, la ciudad se concentre en lo que siempre ha querido ser: una ciudad con buenos servicios públicos, con una extensa red de centros cívicos y sociales, con una movilidad eficiente, con buena actividad cultural y con grandes y atractivos espacios para el deporte y el esparcimiento. Una ciudad cómoda, confortable, segura, fácil de vivir, cuidadosa con los suyos.

Hay que sacar partido al legado de la Expo

Bien, cuando en 2004, un año después de asumir la Alcaldía, se concedió a Zaragoza la Expo sobre agua y desarrollo sostenible, la capital aragonesa era la ciudad amable y acogedora que siempre fue, que siempre ha sido.

Pero era, también, una ciudad que vivía de espaldas a su río principal, que no había resuelto algunos problemas medioambientales referidos tanto a empresas privadas, como a algo tan esencial como el agua de boca, el vertido o el reciclaje de residuos.

Una ciudad en la que la movilidad urbana dejaba bastante que desear sin un medio de transporte de gran capacidad; una ciudad en la que no había llegado el cambio de siglo para algunas infraestructuras, avenidas y calles importantes de los barrios.

Era una ciudad, finalmente, en la que tanto la actividad cultural como la colaboración pública-privada, de la que soy un entusiasta defensor, arrastraban algunos viejos tics provincianos que lastraban la proyección exterior de la capital del valle medio del Ebro.

Una de las consecuencias principales del plan de inversiones generado por la Expo fue que Zaragoza pudo resolver algunos déficits históricos ambientales y de zonas verdes.

Un cambio y una modernización que tuvo en la recuperación de las riberas uno de los hitos más valorados de la Exposición, ya que suponía recuperar el Ebro en el relato urbano de los zaragozanos, y recuperar así mismo las orillas del Gállego, del Huerva y del Canal Imperial, con una inversión total de 360 millones.

También ha sido muy valorada la creación de nuevos espacios verdes, como el Parque del Agua Luis Buñúel, que disparó la ratio de zona verde por zaragozano, poniéndonos a la cabeza de Europa en un país acechado por el desierto. les voy a ahorrar el listado interminable de logros alcanzados gracvias a la Expo. Baste con recordar entre otros el Pabellón Puente de Zaha Hadid y el puente del Tercer Milenio, la pasarela del voluntariado…. También el cierre del Tercer Cinturón; el cierre del cuarto a través del Ronda Este; la construcción del paso inferior de la autovía de Huesca; en el Vial Norte del Actur; el acceso norte desde la autovía de Huesca, en el tercer carril de la Ronda Norte,… y un largo etcétera.

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Quiero hacer una mención especial a los dos alcaldes con los que colaboré desde la oposición: Luisa Fernanda Rudi y José Atarés, con el que compartí el sueño de la Expo y al que tanto echo de menos.