El acontecimiento que cambió la piel de Zaragoza

Zaragoza: 11 de Junio de 2023

La capital de Aragón ha vivido a lo largo de su historia momentos en los que se produjeron notables apuestas para su desarrollo social, cultural, económico y urbanístico
La Expo 2008 fue uno de ellos. La muestra dejó un legado positivo en muchos niveles, algunos de carácter material que hoy disfrutamos diariamente

Zaragoza vivió, a lo largo de su historia, momentos en los que se produjeron notables apuestas por su desarrollo social, cultural, económico y urbanístico. En todos ellos, la ciudad dio pasos para su modernización y para configurarse como una capital de valor geoestratégico. Aunque es innecesario recuperar esos momentos, no está de más pararnos hoy en uno de ellos que tuvo como protagonista el debate del agua.

Pero, no era la primera vez que Zaragoza apostaba por la novedad. Lo había hecho con las exposiciones aragonesas organizadas por la Real Sociedad Económica Aragonesa, en 1868 y 1895, y con la exposición internacional de 1908, origen de la urbanización de la zona de la plaza de los Sitios, donde quedan tres pabellones de aquel momento: el edificio de la Caridad, el Museo de Zaragoza y la Escuela de Artes y Oficios que lamentablemente está abandonado. Estas exposiciones, que utilizó la burguesía zaragozana para transformar la ciudad, diseñaron la nueva topografía, pero no se plantearon el profundo debate de una ciudad que siempre creció a espaldas del Ebro.

Avanzado el siglo XX se comenzó a resolver con actuaciones urgentes como el nacimiento del Actur, pero sin atender dos cuestiones de absoluta importancia en el trazado de una ciudad con río. Primero, la construcción de puentes que facilitaran la comunicación, con rapidez y comodidad, creando la sensación de que estamos hablando de una sola ciudad. Y, en segundo lugar, la urbanización de las riberas para convertirlas en un espacio de encuentro con el río, que puede recorrerse de este a oeste, como un elemento unificador de los barrios que se abren a sus orillas.

Estas dos necesidades se ponen sobre la mesa en el tránsito al siglo XXI y son atendidas en dos mandatos: el del recordado José Atarés, el alcalde que entendió que el progreso de la ciudad estaba vinculado a la construcción de nuevas estructuras de comunicación, desde la estación intermodal hasta los cinturones, y el de Juan Alberto Belloch, que gestionó con intensidad la necesidad de apostar por un gran evento que permitiera completar esas infraestructuras. Atarés y Belloch, los dos alcaldes con visión de ciudad y de futuro, unieron fuerzas para lograr que Zaragoza fuera sede de una exposición internacional que recordara el centenario de la Hispano-Francesa y el bicentenario de los Sitios.

Logrado el apoyo del Gobierno de España el año 2000, se abre una nueva etapa para este proyecto y se relega a la historia el sueño del niño Lucas Miret Rodríguez, cuya escultura preside una de sus plazas, que fue quien inspiró al arquitecto Carlos Miret para dibujar el embrión de lo que sería el recinto de la Exposición, arquitecto al que lamentablemente no se le reconoció su protagonismo.

Al final en París, en diciembre del 2004, Zaragoza fue elegida sede de la Exposición Internacional del año 2008 y se abría con esa decisión, recibida con júbilo por miles de zaragozanos en la plaza del Pilar, una nueva etapa en la historia de la ciudad. En una primera reflexión no debemos ignorar algunas cosas. Para comenzar, los 93 días de celebración, con la presencia de muchas personas de la creación artística, trajeron a la ciudad más de veinte millones de visitantes que aportaron mucha riqueza al mundo del sector servicios que abre sus establecimientos en Zaragoza. Pero, la presencia de 106 países también supuso la promoción de la ciudad en la memoria de los muchos jefes de estado y de las delegaciones comerciales que nos visitaron, algunas visitas no exentas de curiosas anécdotas a las que yo dediqué una publicación titulada La Expo Zaragoza 2008 vivida a ras de suelo (Zaragoza, 2009).

Junto a estas positivas repercusiones económicas, hay que valorar especialmente ese legado inmaterial que propició debates sobre el agua y el desarrollo sostenible, que dieron lugar a la Carta de Zaragoza, presentada por Mayor Zaragoza y en la que se aconseja considerar al agua como un bien común mundial. Si esta propuesta es importante, especialmente en estos tiempos de sequía, piensen que no lo es menos ese legado material que podemos disfrutar todos los días, aunque algunas de estas obras puedan estar en condiciones que no sean las más adecuadas.

Está claro que se han construido los cinturones que ordenan el movimiento de los ciudadanos, facilitando el ahorro de tiempo y de costes incluso medioambientales. Tenemos una gran estación intermodal y se han urbanizado las riberas del río Ebro, convertidas en espacio de paseo, de deporte e incluso de celebración. Y en general debemos reconocer la repercusión positiva de la urbanización de la zona de Ranillas, ribera del meandro que acogió antaño cultivos y que fue aportación de Ibercaja a la ciudad.

Está claro que se han construido los cinturones que ordenan el movimiento de los ciudadanos, facilitando el ahorro de tiempo y de costes incluso medioambientales. Tenemos una gran estación intermodal y se han urbanizado las riberas del río Ebro, convertidas en espacio de paseo, de deporte e incluso de celebración. Y en general debemos reconocer la repercusión positiva de la urbanización de la zona de Ranillas, ribera del meandro que acogió antaño cultivos y que fue aportación de Ibercaja a la ciudad.

En esta zona hemos podido ver cómo Zaragoza es un ejemplo de que se puede crear paisaje con el agua, proponiendo una serie de edificios que hablan de nuevas y vitales apuestas arquitectónicas y de infraestructuras al servicio del ciudadano. La singularidad de estos proyectos dificulta su incorporación a usos diarios, pero debe trabajarse para que los pabellones de España o el de Aragón sean usados al servicio de Zaragoza y de Aragón, como espacios donde se custodie el pasado, incluso documental, o se divulguen rasgos de nuestra identidad como el episodio de los Sitios. El ejemplo de cómo este recinto Expo es referencia nacional lo hemos visto en la creación por la Fundación Ibercaja del primer Museo Tecnológico de la Movilidad en el puente de Zaha Hadid, llamado a ser el marco donde debatir las comunicaciones del futuro.

Junto a todo esto, reconoceremos la labor de asociaciones como la del Legado Expo, los festivales en sus auditorios, la utilidad de la Ciudad de la Justicia o la llegada de muchos centros y consejerías oficiales. Todos ellos también han logrado dar un nuevo sentido a este recinto que es el testimonio de una ciudad que siempre ha sabido apostar por aquellos eventos que la engrandecen, que la hacen más cómoda y, a la vez, más universal.

Fuente: El Periodico