Ranillas logra la viabilidad y genera beneficios pese a sus iconos vacíos

Zaragoza 11 de Junio de 2023

La apuesta por el alquiler ha disparado la ocupación al 90% y el recinto reporta 8,8 millones netos al año. El punto negativo son los edificios sin uso y el abandono de las zonas abiertas y las obras de arte

El 14 de junio de 2008 Zaragoza empezaba a escribir la que quizá sea su última gran transformación como ciudad. Abría sus puertas al público la Expo del Agua y Desarrollo Sostenible –su lema–, cuya organización atrajo inversiones públicas por valor de 2.500 millones de euros dentro y fuera del recinto y más de 5 millones de visitantes durante 93 días. Este, instalado en el meandro de Ranillas, nacía transformado en una muestra internacional con el compromiso de que después se reconvertiría en otros usos para la capital aragonesa, de manera que el dinero invertido no sería para algo efímero y en su totalidad, o gran parte, se recuperaría en unos diez años con la venta de esos más de 140.000 metros cuadrados dedicados luego a usos terciarios.

Pronto se vio que eso no iba a ser así. Hasta los que se habían decidido a reservar la compra de miles de metros cuadrados dieron marcha atrás y dejaron en el aire todo ese esquema de reconversión y recuperación, el interés privado no aparecía y, lo que es peor, la viabilidad de esa pos-Expo parecía una utopía. Más aún con sus principales iconos cerrados: la Torre del Agua, el Pabellón de España, el de Aragón y el Pabellón Puente. Pues bien, este 2023 se cumplen 15 años de aquel estreno y la realidad es otra: por fin ha conseguido un equilibrio financiero, ya genera «8,8 millones de euros anuales de beneficio neto» en el cierre de las cuentas de 2022 de Expo Zaragoza Empresarial, según aseguró a este diario su máximo responsable, Pedro Sas, quien destacó que un año antes habían sido «casi 6 millones» (5,9 en concreto).

Este es su presente , junto a tener ocupado más del 90% de esos miles de metros cuadrados para usos terciarios, hay más de 150 empresas y organismos públicos instalados y 4.500 trabajadores a diario por el recinto pos-Expo, ha reabierto en marzo de este año el Pabellón Puente transformado en Mobility City, y ya ha atraído a más de 100.000 visitas, y también ha aparecido la posibilidad de incluir usos residenciales en la zona para tener vida más allá del horario de oficina (con los apartamentos para jóvenes en los cacahuetes).

Presente viable y futuro prometedor, aunque sigue arrastrando la rémora de tener tres de sus iconos cerrados y sin uso. Aunque el futuro para la Torre del Agua, según aseguró Sas a este diario, puede cambiar pronto. En el consejo de administración de hace dos meses en Expo Empresarial se decidió explorar «todas las alternativas para ponerla en marcha de forma continuada». En realidad tiene «unos 2.000 metros cuadrados» disponibles y un gran vacío central (donde está la escultura Splash) que siempre ha sido el gran hándicap para darle algún uso. La prioridad es «sacarle algún tipo de rentabilidad» pero insisten que están «estudiando todas las opciones, públicas y privadas».

En el caso del pabellón de España, la DGA aspiraba a una cesión por parte del Gobierno central, su actual dueño, para dedicarlo al Centro Aragonés del Talento que, con el cambio de gobierno en el Pignatelli ahora está en el aire. Y el Pabellón de Aragón, cuyo dueño es el Gobierno de Aragón, se propuso para ser sede de la Agencia Estatal de Salud Pública que ni está concedida a Zaragoza y puede que no entre en los planes del próximo Ejecutivo que entre este verano.

Pero la pos-Expo mira al horizonte, ahora sí con optimismo porque ha logrado que el balance entre gastos de explotación e ingresos sea positivo y eso permite amortizar «a un ritmo muy alto», según Sas, el crédito que en el pasado le hizo la Corporación Pública Empresarial para sacar a flote el proyecto de reconversión.

La clave de este equilibrio, según sus gestores, es el cambio de negocio: cuando Expo Zaragoza Empresarial decidió abandonar la hoja de ruta de vender metros cuadrados y optó por el alquiler. Eso y la entrada en masa de organismos públicos (sobre todo el traslado de los juzgados de la plaza del Pilar a la Ciudad de la Justicia) han empujado a la pos-Expo hacia la viabilidad y los beneficios. Además de una «revalorización de las oficinas y de todo el entorno». «El ecosistema ha mejorado y el cliente está dispuesto a pagar una renta mayor», afirma Sas. Nada que ver con aquellos años en los que se devaluaron mucho los precios por el escaso interés privado en instalarse allí.

Pero el trabajo no está terminado y la pena es que parte del legado de la Expo que no suponía ninguna inversión para darle un uso está hoy en mal estado por la falta de mantenimiento.

Es el caso de las zonas al aire libre y de las obras de arte que llenaron el recinto de Ranillas y que hoy yacen descascarilladas y oxidadas sin que ninguna administración se haga cargo de su recuperación. Las farolas están rotas, las zonas de juegos infantiles también, el banco Ecogeográfico de 700 metros de largo (y que costó casi 1,5 millones) ya no sirve ni para sentarse y el mosaico diseñado por el grupo Eboy se cae a cachos.

odo este abandono echa por tierra los intentos de recuperar los iconos de la Expo. Hoy queda en el recuerdo de todos una muestra internacional cuya herencia todavía debe aprovecharse.

Los críticos de los críticos

La Asociación Legado Expo está conformada por los «críticos de los críticos». Estos últimos, según el presidente de la organización, Juan Ibáñez, son aquellos que creen que la muestra internacional de 2008 no sirvió para nada. Que solo supuso un gasto descomunal innecesario. Y que lo que se hizo más allá del recinto de Ranillas, como el plan de riberas, se podría haber hecho igual. «Muchos son injustos con un evento que consiguió transformar la ciudad que hoy es absolutamente diferente. Sin la Expo las diferentes administraciones no hubieran tenido la obligación de hacer las inversiones que hicieron y ahora no tendríamos ni el puente del Tercer Milenio, ni las carreteras, el aeropuerto seguiría siendo una caseta y no tendríamos las riberas como están ahora», argumenta Ibáñez.

Para este 15 aniversario, la Asociación Legado Expo quiere centrarse en lo positivo. «Después ya tendremos tiempo de seguir criticando lo que falta por hacer o lo que se ha descuidado, siempre hemos sido el Pepito Grillo de las administraciones», dice.

Y en estos momentos, tres lustros después de la inauguración de la muestra, opina Ibáñez, la pregunta clave es la siguiente: «¿Cómo estaría hoy Zaragoza si no se hubiera celebrado la Expo?». Y pone un ejemplo: «En 2014 se iba a celebrar Expo Paisajes (que se denominó de forma satírica Expo Nabo) en Las Fuentes, al otro lado del tercer cinturón. Al final no se hizo, y solo hay que ver cómo sigue esa parte de la ciudad».

Ibáñez subraya que la mayor parte del legado que dejó la Expo se usa. «El 95%», afirma. Pero no obvia que hay «costosas excepciones», como el Pabellón de Aragón, el de España o la Torre del Agua. «Pero son una anécdota».

Ibáñez recuerda que cuando Zaragoza montó su Expo, los críticos miraban a Sevilla para argumentar que todo lo que se construyó para su muestra internacional, aquella que Curro representó, quedó abandonado. «Ahora nosotros estamos en ese mismo punto, 15 años después, y mira. El 95% está siendo utilizado», insiste.

«No es justo esa visión derrotista y catastrofista que se da. Como asociación estos días queremos recordar que Zaragoza entonces tuvo lo que no había tenido nunca, que lo conseguimos», zanja.

Fuente: EL Periodico