El magnate Rupert Murdoch quiso quedarse la Torre del Agua

Zaragoza 14 de Junio de 2023

Una empresa suya presentó un proyecto millonario para 10 años en cinco ocasiones
Se confió su futuro a la CAI: “Pensamos que las dos cajas de Aragón eran inmortales”

La Expo de Zaragoza cumple 15 años hoy, 14 de junio. Se inauguró a bombo y platillo el 13, pero oficialmente abría sus puertas al público ese día en lo que supuso la primera toma de contacto con la ciudadanía y los visitantes. Un aniversario especial que siempre se aprovecha para hacer memoria y análisis de si se cumplieron las expectativas generadas entonces. Y que incluso ahora, más de década y media después, se puede permitir la licencia de hablar de las oportunidades perdidas por algunos de esos edificios que hoy siguen vacíos y sin uso. Suculentas ofertas de la iniciativa privada que no fructificaron, en muchos casos, por una cuestión de voluntad política (o de falta de ella) o de una aparente pulcritud que quizá hoy no se repetirían.

Un ejemplo claro lo representa la Torre del Agua, una joya de Zaragoza que sigue vacía y que durante años fue objeto de deseo de muchas e importantes empresas privadas. Quizá la más suculenta, la protagonizada por el magnate norteamericano Rupert Murdoch, que presentó una oferta por ella “hasta en cinco ocasiones” y se dejó pasar en el consejo de administración de la sociedad pública. Una de las firmas más prestigiosas de su holding empresarial quería utilizar el emblemático edificio de la Expo diseñado por el arquitecto Enrique de Teresa y también el Parque del Agua para “un proyecto de la productora de televisión de impacto internacional y por un periodo de diez años”. El impacto y la repercusión que habría tenido el edificio es incalculable, pero chocó con una de las mayores críticas que se pueden hacer de la pos-Expo en Zaragoza: “Nunca hubo voluntad política real”.

Así lo explica en declaraciones a EL PERIÓDICO DE ARAGÓN Jerónimo Blasco, quien fuera director general de Operaciones y Contenidos de la Expo de 2008, para quien no es verdad que los iconos de la muestra internacional de 2008 no puedan tener salida. Empezando por la Torre del Agua, para la que hubo numerosos intentos y tentativas hasta que acabó decidiéndose ponerla en manos de la CAI con una cesión similar a la firmada con Ibercaja para el Pabellón Puente. Este último ha logrado reabrir como museo de la movilidad, llamado Mobility City, este año (en marzo, y ya acumula 100.000 visitas en tres meses), pero tras 13 años de espera y dos proyectos previos fallidos. El primero no llegó a fructificar y la caja aragonesa acabó desapareciendo, no sin antes indemnizar a la sociedad Expo por la renuncia (con un pago de más de 400.000 euros).

Un mirador en la Torre del Agua


Una de las grandes preguntas que se puede hacer, 15 años después, es si fue un error poner en manos de Ibercaja y la CAI los dos edificios con más mercado del recinto Expo. “Pensamos que las dos cajas aragonesas tenían fundaciones muy potentes y que eran inmortales”, comenta Blasco. Obviamente, Caja Inmaculada no lo fue pero antes, en el camino, se ejecutó el desmontaje de la escultura principal del edificio, el Splash, que luego se quiso llevar a la estación intermodal de Delicias y luego acabó reinstalándose en la Torre del Agua. Gasto para nada. Y ahí sigue, sin poder ser visitada,

Pero el edificio más alto de la Expo de 2008 tuvo muchas oportunidades que se dejaron pasar. La más relevante, según Blasco, la de convertirse en “franquicia del prestigioso Museo de Ciencias Naturales de Nueva York”. “La más sensata”, en su opinión, “la de poner un mirador en la última planta y mantener el Splash rodeado por una parte expositiva que fuera cambiando”. Pero no pudo ser.

También se estudiaron, reconoce quien fuera uno de los pesos pesados de la Expo y la pos-Expo en Zaragoza, fórmulas como la utilizada en Nantes para la llamada Isla de las Máquinas, o incluso reformular el proyecto expositivo como consiguió hacer Barcelona con el Pueblo Español. Se estudiaron en profundidad muchas apuestas que nunca fraguaron.

Pero la Torre del Agua no es solo un icono de la arquitectura moderna, en Zaragoza también es paradigma de la que, durante años, ha sido la gran debilidad de la reconversión del recinto: “Se planificó pensando en sus usos como oficinas y el parque empresarial con muchos expertos en el sector inmobiliario pero muy pocos en el de la dinamización cultural”. Ese habría sido, según Blasco, un imán que se dejó pasar también, aunque ofertas también hubo.

Por ejemplo para el Pabellón de Aragón, que Blasco recuerda que tuvo “ofertas para albergar eventos y usos hosteleros que en su día no se quisieron hacer”. Había empresas potentes interesadas, remarca, pero no fraguó. Tampoco el proyecto para ubicar allí usos administrativos como para ser la sede de la Consejería de Educación de la DGA. Nunca se ha reabierto desde que cerró la Expo.

Para el Pabellón de España todas las oportunidades que pasaron ante él fueron del ámbito académico o de la investigación. Estuvo muy cerca de convertirse en el Centro de Investigación sobre el Cambio Climático, siendo un referente nacional e internacional en la materia, y que fue la gran promesa del Gobierno central. De hecho, llegó a tener directora nombrada por el Ejecutivo: María José Sanz.

“Era una apuesta interesante pero la crisis se llevó por delante el proyecto”, lamenta Blasco, quien recuerda que posteriormente “se planteó como posible Escuela de Arquitectura y como sede de la universidad pública y de varias privadas”. Ahora, el Gobierno de Aragón ya ha pedido su cesión para dedicarlo al Centro Aragonés del Talento. Pero lo solicitó Javier Lambán y ahora se avecina un cambio de gobierno en la comunidad. ¿El PP mantendrá esa intención o la aparcará de nuevo?

Para Blasco otro de los aspectos significativos a valorar en estos 15 años es el efecto de esos cambios de gobierno en el uso del recinto Expo. ¿Por qué no se abre la Torre del Agua cobrando una entrada? Pues porque el ayuntamiento dijo un día que si el edificio generaba ingresos habría que pagar el IBI. Demasiado caro. O, ¿por qué no se proyectaron pisos y ahora se plantean apartamentos en los cacahuetes?: “Se tenían que haber hecho desde el principio pero no había unanimidad política. Se veía como especular con suelo público”, dice Blasco.

Aun con todo, su balance global es “magnífico”, porque esa transformación de Zaragoza supuso “2.000 millones de inversión”. Por ejemplo, para 22 puentes nuevos sobre el Ebro, un dato que hoy casi nadie recuerda. Y es que a veces la memoria es lo más efímero de la Expo.

Fuente: El Periodico